Desde el inicio del presente siglo, la mitad más pobre de la población mundial sólo ha recibido el 1 por ciento del incremento total de la riqueza mundial, mientras que el 50 por ciento de esa “nueva riqueza” ha ido a parar a los bolsillos del 1 por ciento más rico.
Por Carlos Andujar. 62 personas tienen la misma riqueza que 3600 millones. El excedente. Cualquier modificación de los precios relativos, como tipo de cambio, salarios reales, intereses y rentas, implica que algunos ganarán lo que otros perdieron.
El Estado como actor central
Desde hace más de 9000 años que, tras el invención de la agricultura, la humanidad produce más bienes de los que necesita para reproducirse. A lo largo de la historia las distintas sociedades han organizado la producción, administración, apropiación y distribución del excedente económico de distintos modos. La administración oligárquica de dicho excedente, es decir su apropiación en pocas manos, implica necesariamente formas (prácticas, discursos, sistemas de pensamiento) que legitimen dicha apropiación. En otras palabras, quienes padecen las consecuencias de que el excedente económico sea manejado por pocos, suelen ver como natural o inevitable tal situación. En la antigüedad la mayoría de los esclavos pensaba que su condición era natural y que ser esclavizados era lo mejor que les podía pasar. Algo similar pasaba en la Europa feudal entre los nobles y los siervos y vasallos.
En el
sistema capitalista neoliberal, dicha legitimación se construye gracias a un discurso seudocientífico que presenta a la escasez y a la eficiencia económica, que por supuesto se logra con el libre mercado, como únicas categorías válidas para pensar la realidad.
No es de extrañar que políticas antipopulares que benefician a pequeñas minorías sean presentadas como inevitables y no como proyectos políticos. Es así que “acomodar las variables macroeconómicas”, “sincerar las tarifas y los precios” y “pagar la fiesta y el despilfarro de los gobiernos
populistas” sean la avanzada en la disputa por el sentido común de un proyecto político que lo que busca es esconder, detrás de un discurso tecnocrático, las luchas y las pujas que implica en toda sociedad la producción y apropiación del excedente económico.
En las sociedades modernas, un actor central, pero no el único, es el Estado, que a través de sus políticas públicas (impuestos, gastos y (des)regulaciones) interviene en la producción y distribución del excedente económico y, por supuesto, de los relatos y discursos que lo legitiman.
El caso de Argentina
Por ejemplo, según el Centro de Economía Política Argentina (CEPA), si cuantificamos la anunciada transferencia directa a los sectores populares vía devolución del IVA a la canasta básica, la ampliación y actualización de la AUH y de los programas Ellas Hacen y Argentina Trabaja representa sólo el 17 por ciento del “ahorro fiscal” que soportarán familias, industrias y comercios por la quita de subsidios a la electricidad, el gas y el agua. Otros sin embargo gozarán de los beneficios de otras políticas públicas que les permitirá apropiarse de mayor parte del excedente económico. De este modo, la reducción/quita de retenciones, la quita del impuesto de autos de alta gama y el pago de intereses a los fondos buitres implicarán una transferencia a los sectores concentrados de más de dos veces y media lo transferido a los sectores populares. El informe concluye que, si se tienen en cuenta los efectos regresivos de la devaluación, se entregaron 10 pesos a los sectores concentrados por cada peso anunciado a los sectores de menores ingresos.
Dos conclusiones provisorias pueden obtenerse de semejantes datos. La primera es que ni la devaluación, ni las políticas públicas, ni las crisis son neutrales, con ellas, algunos ganan y otros pierden. En un sistema de producción y apropiación del excedente económico regido por el sistema de precios, cualquier modificación de los precios relativos (tipo de cambio, salarios reales, intereses, rentas, etc.) implica necesariamente que algunos ganarán lo que otros perdieron. Por esto, la determinación de los precios en una economía es siempre el resultado de una lucha entre actores sociales que pujan a través de ellos por apropiarse del
excedente económico.
La segunda no es menos importante, los Estados siempre intervienen, tanto en los gobiernos de corte populista como en los
neoliberales. El
libre mercado que pregonan estos últimos es un libre mercado provocado, sostenido y garantizado por la intervención estatal.
Qué pasa en el mundo con la riqueza