La responsabilidad de los intelectuales frente al poder. Legitimación
del poder o pensamiento crítico. No hay ingenuos o distraídos. O se
colabora o se corre peligro.
La dictadura militar argentina
(1976-1983) fue genocida. No es un secreto. Miles de secuestros,
asesinatos, torturas, robos de bebes y muchos otros robos de gran
calibre (no una campera, ni un teléfono celular ni un par de zapatillas,
sino los miles de millones de dólares de la eterna deuda externa). Eso
se sabe y con detalles. Se conoce mucho menos el apoyo-complicidad civil
activa con el genocidio. En primer lugar, obviamente, por parte de
empresarios, industriales, terratenientes y banqueros, multinacionales y
otra gentuza del mismo talante que se beneficiaron directamente con la
tragedia, la represión y la miseria de nuestro pueblo. Pero también hubo
apoyo entusiasta hacia los genocidas por parte de gente “menos
esperable”, proveniente de los ámbitos más variados, incluyendo la
cultura y la educación.
El 25 de noviembre de 1977 la Universidad
jesuita del Salvador (USAL), privada, confesional y perteneciente en
forma directa a los ámbitos de la Iglesia Católica Vaticana, le otorga
el doctorado “honoris causa” al almirante Emilio Eduardo Massera, jefe
del campo de concentración ESMA y cabecilla de los principales
torturadores y violadores militares. (El actual Papa Bergoglio-Francisco
era entonces una de las máximas autoridades de dicha Universidad, que
nunca retiró aquella distinción académica ni se arrepintió del premio
otorgado al perverso dictador de la Marina). Massera pronuncia entonces
un discurso de agradecimiento con pretensiones “filosóficas” [Véase
Almirante Emilio Eduardo Massera: El camino a la democracia. Buenos Aires, El Cid Editor, 1979. El discurso de Massera está reproducido en pp. 83-91].
Dos
años después del premio a Massera, a fines de 1979 se organizaron en
Córdoba las III Jornadas Nacionales de Filosofía, impulsadas desde la
Universidad Nacional de Córdoba. Apoyo total a la dictadura. Finalmente,
al año siguiente, más precisamente entre el 13 y el 18 de octubre de
1980 la dictadura militar cuenta con su principal evento de apoyo
“intelectual” de repercusiones internacionales: el Congreso Nacional de
Filosofía. Lo abre el brigadier Cacciatore y lo clausura, con otro
discurso de pretensiones “filosóficas”, el general Jorge Rafael Videla,
cabecilla máximo del genocidio. Los asistentes… muchos más de lo que uno
podría imaginar.
En los años '90, un variado grupo de
estudiantes marxistas (por entonces, a pesar de nuestras diferencias de
enfoque, agrupados en una revista de título DIALEKTICA, luego nos
dispersamos) publicamos en el número 3/4 las actas
oficiales-institucionales del congreso dictatorial de 1980 y
reproducimos el discurso de Videla. ¡Se armó un lío tremendo y una
cantidad enorme de polémicas! Escándalo, denuncias, amenazas de juicio
(no contra los colaboradores de Videla sino contra los estudiantes que
apelaban al recuerdo y la memoria…) y mucha gente “ofendida” que hoy
predica lecciones de republicanismo institucional, discursos progres de
género, recetas electorales como único método de cambio social y
cátedras de democracia parlamentaria, mientras pocos años antes habían
llenado sus copas brindando con Videla y sus secuaces.
El dossier
(con una introducción actualizada, además de recoger esos materiales
poco conocidos de la dictadura) se puede consultar completo en el
siguiente link: http://www.lahaine.org/?s=revista+dialektica&disp=search
Como
las represalias no se hicieron esperar, les pedimos solidaridad a un
arco significativo de nuestro campo intelectual y de derechos humanos.
Propuse ir a hablar con Eduardo Tato Pavlovsky (también lo hice con León Rozitchner, entre otros).
En
el caso particular de Pavlovsky me citó en el bar que se ubica frente
al Museo Nacional de Bellas Artes [Buenos Airtes]. Escucharlo y
conversar con Pavlovsky en persona fue un privilegio. Era muy expresivo,
no sólo con las palabras, con los gestos, con las manos. Había visto
algunas de sus obras de teatro. Conocía sus actividades disruptivas a
través del grupo psicoanalítico “Plataforma” y, por el relato que en su
época me transmitió mi padre, había escuchado de las influencias que
sobre él y muchxs de sus compañerxs ejerció Marie Langer, la discípula
marxista de Sigmund Freud que vivió en Uruguay y Argentina. La charla
con Tato fue amena, ágil, variada. Pavlovsky escuchó atentamente,
indignado, serio, con bronca. No dudó un segundo. Nos apoyó sin
reservas. Me pidió unos días para escribir un texto que publicamos en el
número siguiente (año III, Nº5/6. pp.41-42). Lo reproduzco a
continuación en su memoria y en su recuerdo, como un testimonio más de
su compromiso inclaudicable:
________________
“NO HAY INGENUOS O DISTRAÍDOS”
Eduardo Tato Pavlovsky
DIALEKTICA
3/4 abre un viejo debate. La responsabilidad de los intelectuales
frente al poder. Legitimación del poder o pensamiento crítico. No hay
ingenuos o distraídos. O se colabora o se corre peligro.
El
cuerpo de los intelectuales en nuestro continente de hambre siempre
corre riesgos. Nuestra función crítica siempre es develar, desde todos
los campos posibles, toda forma de explotación o autoritarismo. O lo
contrario, mimetizarnos con el enemigo. No hay dictadura sin un alto
grado de complicidad civil de la población. Y no hay dictadura sin un
conglomerado de intelectuales cómplices.
Existe una ETICA del
cuerpo. La palabra dicha compromete el cuerpo. El discurso de Videla que
clausura el Congreso de Filosofía no es una simple anécdota. Es un
acontecimiento, un desvío de la historia donde “entre” sus palabras
estallan muertos, cuerpos amputados. Subjetividad del terror y de la
infamia. Subjetividad cómplice de los intelectuales.
Los
felicito. No es sólo un problema de los filósofos. Abre un gran debate
que nos merecemos. Las represalias por la publicación constituyen el
sello inconfundible de la eficacia, contundencia del debate:
subjetividad de la crítica o subjetividad de la complicidad. DIALEKTICA
abre un espacio que forma nuevas subjetividades. Nuevas identidades
existenciales. Nuevos territorios. Nuevos “ritornellos” diría Guattari.
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